sábado, 27 de octubre de 2012

El Pibe





“El Pibe”


Franco esperaba ansioso su cita con Laura. Llevaban dos semanas conversando por chat; no sabía mucho de ella, pero le resultaba encantadora. Ambos habían acordado una tregua en la que ninguno dijese de su nombre real, ni hablase de su pasado. La tregua, estaba inspirada en la propuesta que le había hecho Paul (Marlon Brando) a Jeanne (María Schneider), en la película “Último tango en Paris”. Por eso, a Franco, Laura lo conocía como “Antonio”. Y a Laura, Franco la conocía como “Débora”.

Antonio esperaba a Débora en un bar de la avenida Cabildo. Habían quedado en encontrarse a las siete de la tarde, pero eran las siete y cuarto, y Débora no daba señales de vida. Esto inquietaba a Antonio, que tenía baja la autoestima; y no podría soportar un plantón por parte de la joven que le gustaba.

Hacia las siete y media, Débora cruzó por la puerta del bar. Antonio la reconoció enseguida, se alegró al notar que lucía más bella y jovial que en las fotos. Alzó su mano y la llamó; ella lo buscó entre el gentío; al encontrarlo, sonrió y se dirigió hacia su mesa. Débora se veía muy contenta; así que Antonio dedujo que también él le había gustado.

Mientras Débora caminaba con dificultad, serpenteando la veintena de mesas que la separaban de Antonio, este solo lograba divisarla de la cintura hacia arriba. Notó que tenía unos senos encantadores; pero cuando las mesas ya no cubrían la mitad hacia abajo, la sonrisa encantada de Antonio se convirtió en una mueca catastrófica. La Joven llevaba de la mano a un nenito de unos cinco años; saludó afablemente a Antonio, y luego se sentó con el chico a upa. Antonio se dejó caer en la silla sin quitar la mirada de la criatura. Luego de unos segundos, miró a Débora:
–Que lindo el nene… no me dijiste que eras mamá… –dijo, intentando disimular su desconsuelo.
Débora lo miró, y mientras respondió, jamás dejó de sonreír.
–Bueno… habíamos quedado en que no hablaríamos de nuestras vidas, ¿no?... este es Mateo; no tenía con quien dejarlo; y tampoco quería cancelar nuestra cita... ¿no te molesta no?
–¡Nooo! –clamó Antonio con una sonrisa constipada–. Que bah; si me encantan los niños…
–¡Genial! –se alegró Débora–. Porque Mateo no tiene papá; y… le vendría tan bien uno…
–¡Papi! –gritó el nene mirando a Antonio; al mismo tiempo que señalaba un cuadro que colgaba en la pared; la famosa fotografía color sepia en la que Chaplin está sentado  junto a un niño en el portal de una casa.
–Jejeje… –balbuceó Antonio–. Me gusta tu sentido del humor Débora…
 –¿Por qué?... no recuerdo haber dicho nada gracioso…
–¡Lucas! –gritó Mateo, señalando la foto.
Antonio se dio vuelta para mirar la foto, luego miró a Mateo.
–No, no… “Chaplin”; se llama Chaplin ese señor –le explicó cariñosamente al niño.
–¡Ay!… –se emocionó la madre–. ¡Que tiernos ambos! Creo que ustedes dos se llevarán genial...  
–Ey, ey… paremos un poco. –dijo Antonio, fastidiado–. Recién nos conocemos, ni siquiera sabemos nuestros nombres reales. No confundamos las cosas.
–¡Lucas! –volvió a gritar Mateo señalando la foto.
–¡No! –gritó Antonio– ¡No Lucas!... ¡Chaplin!... “Chaaapliiin”…
El niño se rió de cómo Antonio movía los labios para decir: Chaplin.
–¿Por qué le gritás a TU hijo? –preguntó Débora.
–¡Pero!... ¡Pero estás demente mujer!... ¿¡de qué hijo hablás!?
–Bueno… faltan los papeles, claro; pero son unos pocos trámites… –explicó Débora, como si hablase de pagar la factura de luz.
–¡Lucas! ¡Lucas! ¡Lucas! –insistía Mateo de manera histérica.
–¡Joder pibe! ¡No se llama Lucas! –protestó Antonio; las venas de su cuello se inflaban por la sangre que fluía y le enrojecía el rostro.
–¡No le grites a nuestro hijo! –chilló Débora.
–Pero… ¿¡qué es esta locura!? ¡Madre mía!... Esto… ¿Esto es real?...

Entonces, por un instante, todo se apagó.

–¿Antonio?... ¿te dormiste Antonio?... ay, perdón por haberme retrasado; es qué había un tráfico terrible… ¿estás bien?  
–¿Débora?... –le preguntó Antonio, notando con alivio que sus senos eran muy pequeños.
–Si… ¡te dormiste parece!...  
–¿Tenes hijos Débora?... –indagó Antonio clavándole su mirada soñolienta.
–¿Qué?... –preguntó ella mientras se sentaba–. No, no tengo… ¿por qué preguntás?
–Por nada, no me hagas caso…  ¿qué vas a tomar?...

Un 26 de Octubre como hoy, pero de 1914, en Santa Mónica (California), nacía John Leslie Coogan, conocido como Jackie Coogan; quien se hizo famoso a los cinco años de edad por su papel en la película Muda “The Kid”, de Charles Chaplin. La actuación del Jackie fue memorable, tal vez  la mejor actuación de un niño tan pequeño en la historia del cine. De adulto, participaría en la legendaria serie “Los Locos Adams”, donde interpretaría nada más y nada menos que al “Tío Lucas”.


Texto y pintura de Martín Kaos


1 comentario:

José A. García dijo...

A veces es mejor no hacerse ilusiones y esperar a ver qué nos tiene preparada la realidad,

Saludos

J.