“El Pibe”
Franco
esperaba ansioso su cita con Laura. Llevaban dos semanas conversando por chat; no
sabía mucho de ella, pero le resultaba encantadora. Ambos habían acordado una
tregua en la que ninguno dijese de su nombre real, ni hablase de su pasado. La
tregua, estaba inspirada en la propuesta que le había hecho Paul (Marlon
Brando) a Jeanne (María Schneider), en la película “Último tango en Paris”. Por
eso, a Franco, Laura lo conocía como “Antonio”. Y a Laura, Franco la conocía
como “Débora”.
Antonio
esperaba a Débora en un bar de la avenida Cabildo. Habían quedado en
encontrarse a las siete de la tarde, pero eran las siete y cuarto, y Débora no
daba señales de vida. Esto inquietaba a Antonio, que tenía baja la autoestima;
y no podría soportar un plantón por parte de la joven que le gustaba.
Hacia las
siete y media, Débora cruzó por la puerta del bar. Antonio la reconoció
enseguida, se alegró al notar que lucía más bella y jovial que en las fotos. Alzó
su mano y la llamó; ella lo buscó entre el gentío; al encontrarlo, sonrió y se dirigió
hacia su mesa. Débora se veía muy contenta; así que Antonio dedujo que también él
le había gustado.
Mientras Débora
caminaba con dificultad, serpenteando la veintena de mesas que la separaban de
Antonio, este solo lograba divisarla de la cintura hacia arriba. Notó que tenía
unos senos encantadores; pero cuando las mesas ya no cubrían la mitad hacia
abajo, la sonrisa encantada de Antonio se convirtió en una mueca catastrófica. La Joven llevaba de la mano a
un nenito de unos cinco años; saludó afablemente a Antonio, y luego se sentó
con el chico a upa. Antonio se dejó caer en la silla sin quitar la mirada de la
criatura. Luego de unos segundos, miró a Débora:
–Que lindo el
nene… no me dijiste que eras mamá… –dijo, intentando disimular su desconsuelo.
Débora lo miró,
y mientras respondió, jamás dejó de sonreír.
–Bueno… habíamos
quedado en que no hablaríamos de nuestras vidas, ¿no?... este es Mateo; no
tenía con quien dejarlo; y tampoco quería cancelar nuestra cita... ¿no te
molesta no?
–¡Nooo! –clamó
Antonio con una sonrisa constipada–. Que bah; si me encantan los niños…
–¡Genial! –se
alegró Débora–. Porque Mateo no tiene papá; y… le vendría tan bien uno…
–¡Papi! –gritó
el nene mirando a Antonio; al mismo tiempo que señalaba un cuadro que colgaba en
la pared; la famosa fotografía color sepia en la que Chaplin está sentado junto a un niño en el portal de una casa.
–Jejeje… –balbuceó
Antonio–. Me gusta tu sentido del humor Débora…
–¿Por qué?... no recuerdo haber dicho nada
gracioso…
–¡Lucas!
–gritó Mateo, señalando la foto.
Antonio se dio
vuelta para mirar la foto, luego miró a Mateo.
–No, no…
“Chaplin”; se llama Chaplin ese señor –le explicó cariñosamente al niño.
–¡Ay!… –se
emocionó la madre–. ¡Que tiernos ambos! Creo que ustedes dos se llevarán genial...
–Ey, ey…
paremos un poco. –dijo Antonio, fastidiado–. Recién nos conocemos, ni siquiera
sabemos nuestros nombres reales. No confundamos las cosas.
–¡Lucas!
–volvió a gritar Mateo señalando la foto.
–¡No! –gritó Antonio–
¡No Lucas!... ¡Chaplin!... “Chaaapliiin”…
El niño se rió
de cómo Antonio movía los labios para decir: Chaplin.
–¿Por qué le
gritás a TU hijo? –preguntó Débora.
–¡Pero!...
¡Pero estás demente mujer!... ¿¡de qué hijo hablás!?
–Bueno… faltan
los papeles, claro; pero son unos pocos trámites… –explicó Débora, como si
hablase de pagar la factura de luz.
–¡Lucas!
¡Lucas! ¡Lucas! –insistía Mateo de manera histérica.
–¡Joder pibe!
¡No se llama Lucas! –protestó Antonio; las venas de su cuello se inflaban por
la sangre que fluía y le enrojecía el rostro.
–¡No le grites
a nuestro hijo! –chilló Débora.
–Pero… ¿¡qué es
esta locura!? ¡Madre mía!... Esto… ¿Esto es real?...
Entonces, por
un instante, todo se apagó.
–¿Antonio?...
¿te dormiste Antonio?... ay, perdón por haberme retrasado; es qué había un tráfico
terrible… ¿estás bien?
–¿Débora?... –le
preguntó Antonio, notando con alivio que sus senos eran muy pequeños.
–Si… ¡te dormiste
parece!...
–¿Tenes hijos
Débora?... –indagó Antonio clavándole su mirada soñolienta.
–¿Qué?... –preguntó
ella mientras se sentaba–. No, no tengo… ¿por qué preguntás?
–Por nada, no
me hagas caso… ¿qué vas a tomar?...
Un 26 de
Octubre como hoy, pero de 1914, en Santa Mónica (California), nacía John Leslie
Coogan, conocido como Jackie Coogan; quien se hizo famoso a los cinco años de
edad por su papel en la película Muda “The Kid”, de Charles Chaplin. La
actuación del Jackie fue memorable, tal vez la mejor actuación de un niño tan pequeño en
la historia del cine. De adulto, participaría en la legendaria serie “Los Locos
Adams”, donde interpretaría nada más y nada menos que al “Tío Lucas”.
Texto y pintura de Martín
Kaos
1 comentario:
A veces es mejor no hacerse ilusiones y esperar a ver qué nos tiene preparada la realidad,
Saludos
J.
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