A medida que nos
alejamos del poblado, el silencio deja paso a los susurros, los susurros se
convierten en rumores, y los rumores en risas. Con indulgencia de madres, las
vacas se hacen las que no nos escuchan; sus ojos redondos apenas nos miran,
concentradas como van en ahuyentar las moscas que las hostigan. Nosotras
hablamos de nuestros prometidos, compartimos nuestras fantasías, intercambiamos
los trucos y secretos que nos enseñaron nuestras abuelas. Este es uno de ellos:
el deseo crece cuando se lo amasa entre mujeres.
Así charlando, sin
darnos cuenta llegamos al arroyo. Dejamos que las vacas bajen a beber y
refrescarse, o retocen a su gusto entre los pastos tiernos de la orilla. Entre
las últimas confidencias, siempre riendo, nos tironeamos de los saris, nos
ayudamos a desenrollarlos, soltamos nuestros cabellos. Las ramas de los árboles
flamean multicolores con nuestros vestidos: amarillo, naranja, rojo, turquesa,
esmeralda.
El primer contacto
con el agua siempre es helado. Para conjurar el frío nos salpicamos, nos
abrazamos, nos zambullimos entre los lotos fragantes. Y entonces lo vemos, como
si realmente estuviese ahí, multiplicado por treinta, uno para cada una de
nosotras. Lo vemos y lo sentimos, que es lo mismo que si estuviera: el poseedor
de todas las cosas, el amante infinito, señor del mundo y amo de los sentidos.
Sus pupilas son negras como el lecho del Ganges; su piel azul oscura, del color
del plomo o los nubarrones preñados de lluvia. Brilla con sombras azabache, como
si estuviera untado en manteca. Su pelo es largo y huele a incienso. El goce
divino: uno y treinta a la vez, palpable entre los brazos de cada una de sus
pastoras. A él le dedicamos nuestros gestos y pensamientos.
Si pudiéramos asomarnos,
eso mismo es lo que esperaríamos ver del otro lado de la pared que limita nuestro
mundo: la misma escena variada al infinito, una y otra vez, una y otra vez,
hasta llenar todo el espacio. ¿Qué otra cosa podría haber?
El 1 de noviembre
de 1968 George Harrison publicó Wonderwall
Music, banda de sonido compuesta para la película de ese nombre y su primer
disco solista, editado cuando los Beatles todavía estaban juntos. El disco se
caracteriza por su mezcla de instrumentos y sonidos orientales, sobre todo de
la India, y occidentales; una música que busca llenar el espacio imaginario que
se abre en la pared del arte de tapa.
María Eugenia Alcatena
1 comentario:
'Las ramas de los árboles flamean multicolores con nuestros vestidos: amarillo, naranja, rojo, turquesa, esmeralda.'
y
'el deseo crece cuando se lo amasa entre mujeres.'
y
'Lo vemos y lo sentimos, que es lo mismo que si estuviera'
Hermoso.
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