lunes, 12 de noviembre de 2012

"Esperanza"


ESPERANZA

Uno se acostumbra a la soledad. Yo sé de las habladurías, la leyenda negra. Son cosas que me persiguen desde que nací. Y eso que me dejaba ver poco. Por las dudas, siempre traté de molestar lo menos posible. Prefería transitar por donde sabía que los lugareños no se aventuraban. Son unos montañeses llenos de supersticiones. Uno se acostumbra a la soledad. Y aunque admito que al principio pueda parecer que me he convertido en un ermitaño, esta vida de retiro es una verdadera bendición.

Tampoco es que vivo en el más completo aislamiento. Por ejemplo, disfruto grandemente de las charlas de los pescadores. Me acerco sin llamar la atención y escucho con placer sus historias de tormentas, nieblas homicidas y presas fabulosas. Me hace mucha gracia comprobar cuán amigos son de las exageraciones. He de confesar que alguna vez yo también falseé las dimensiones de un cardumen o la bravura de la corriente. Cambia la perspectiva, pero al fin de cuentas, no somos sino colegas sobrellevando con dignidad el esfuerzo diario de surcar estas frías aguas en pos del sustento.

Hace muchos años, me había habituado a la compañía de un niño. Me lo topé una tarde entre las piedras, mientras perseguía una pelota. Su inesperada presencia me llenó de temor pero su carita desfigurada por las lágrimas me llamó a la piedad y le ayudé a recuperar su juguete extraviado. Nos juntábamos todas las tardes, cuando volvía del colegio. Se quedaba hasta que sus cabellos rojos reflejaban el sol que se escondía tras el contorno de las tierras altas. Pero lamentablemente, los niños tienen la mala costumbre de hacerse hombres y mi joven amigo se enroló como soldado. Por los homenajes, advertí con mucho con pesar que había muerto en una trinchera, arrasado por las ametralladoras del Kaiser alemán. No supe cómo hacer llegar mis condolencias a su familia. Aún lo extraño.

Pero nada es para siempre. Hace poco, estaba aburrido. ¡Y ay de mí! creyendo que nadie me veía, me puse a saltar. Es una de las cosas que más me gusta. También rodaba y rodaba… me entusiasmé, me distraje y fue mi perdición. Cuando me dí cuenta, había una pareja en la playa mirándome azorados. La mujer empezó a señalarme con el dedo y gritaba como loca. El viento no me permitió entender lo que decía. Igual los saludé. Son maleducados estos lugareños. Se fueron corriendo.

Pero contrariamente a lo esperado, empezó a venir gente. Mucha gente. Periodistas, fotógrafos y curiosos. No son de acá. Por el acento, me suenan de bien al sur. Podría jurar que son de Londres. Hay un par de botes que no paran de andar. Llevan unas redes gigantes. Escuché que eran cazadores de recompensas, contratados por un circo. Se refieren a mí como “el monstruo”. No sé qué pudiera significar, pero estoy seguro de que nada bueno debe ser. Creo que lo mejor es sumergirme y desaparecer por un buen tiempo. Espero que se desilusionen. Espero que se cansen. Espero que se vayan. Espero que vuelva la paz a mi Lago Ness.

En un día como hoy, pero de 1933, “Nessie”, el Monstruo de Loch Ness, fue fotografiado por primera vez. Sin embargo, la leyenda de un animal fabuloso que vive en las profundidades de este lago de Escocia se remonta a más de 1500 años de antigüedad. Y más allá del escepticismo de la comunidad científica, en la cultura popular está más que arraigada la idea de que una criatura prehistórica vive en sus aguas.

© Pablo Martínez Burkett, 2012

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