Willy se asomó por entre las
rejas del balcón, apuntó con su pistola, y me dijo:
–¿Ves a ese
tipo de allá, casi llegando a la esquina?... Seguro podría darle en la frente
desde aquí…
Me asomé junto
a mi aliado, y observé el objetivo. Estaba demasiado lejos, era demasiado
delgado; jamás podría darle, ni siquiera en una pierna.
–Esta muy
lejos… es imposible… –le dije.
–No es
imposible… –replicó mientras apuntaba cerrando uno de sus ojos–. Solo es
cuestión de... pulso y tranquilidad… no puedo probártelo; pero si pudiese
matarlo, entonces lo verías…
–¿Lo matarías
si pudieses? –pregunté.
–Claro que sí…
si no fuese porque iría a la cárcel, lo haría… –susurró, bajó el arma, y formó
un globo enorme y rosado con su chicle.
–Es decir… no
es qué evitarías matarlo porque está mal hacerlo; sino, ¿por evitar ir a la
cárcel?…
–Claro… si
nadie me juzgase por hacerlo, y pudiese seguir siendo libre, entonces, no
dudaría ni un instante en disparar… ¡Bang! –exclamó.
–Pero… si ni
siquiera conocés a ese señor… él no te hizo nada; ¿no te sentirías mal? ¿No te
arrepentirías?...
Willy me lanzó
una mirada inmutable; infló otro inmenso globo rosado hasta hacerlo explotar.
–Soy un
pistolero… –alegó seriamente–. No veo porque debería sentirme mal. Solo apunto,
y disparo, ¡Bang!... para mí solo son cuerpos, no los conozco, no son mis
amigos, y no me interesan… –explicó Willy con una fatal serenidad que me puso
la piel de gallina.
–No sé… yo no
podría… me sentiría culpable…
–Por eso nunca
vas a ser millonario… –afirmó, volviendo a apuntar.
–¿Y eso qué
tiene que ver?... ¿Los millonarios son asesinos acaso?...
–No, solo
algunos… pero al igual que yo, carecen de escrúpulos; y de corazón; no tienen
alma… bah, no tienen un alma de esas que se escuchan desde el cielo… ellos van
en busca de lo que piensan que les pertenece; y no sienten culpa si tienen que
lastimar, o matar para conseguirlo…
–Bueno… a mi
no me interesa ser millonario…
–A mí sí…
–afirmó Willy–. ¡Voy a ir en busca de lo que me pertenece! ¡Voy a ser como Billy
The Kid!
–Billy The Kid
no era millonario…
–No le dieron
tiempo… murió demasiado joven. Pero si hubiese vivido unos cuantos años más, se
habría llenado de oro… Te juro amigo –dijo enfocando el cañón de la pistola–,
creo que podría darle justo en medio de la frente a ese tipo…
–Bueno… Billy
The Kid no le temía a la cárcel, ni a la muerte… –le dije.
Willy me miró encrespado…
intentó inflar otro globo, pero se le explotó enseguida.
–Es que Billy,
tenía a sus secuaces que lo ayudaban a escapar de la cárcel. En cambio yo… –me
apuntó con la pistola en el pecho–. Yo no tengo ni siquiera un secuaz… solo te
tengo a vos, un amigo miedoso…
–Yo no soy
miedoso. Simplemente, tengo valores; y no me gusta andar matando tipos por ahí…
–le corrí el cañón de la pistola de un manotazo.
–Por eso nunca
vas a ser mi mejor amigo… –declaró cruelmente, y volvió a apuntarle al tipo de
la esquina.
Me sentí muy
triste por lo que me dijo Willy. A pesar de su espíritu criminal, yo lo quería
mucho. Tenía que ganarme su afecto; así qué, en un arrebato, le arranqué la
pistola de las manos.
–Yo lo mato.
–dije.
–No serías
capaz… –esbozó Willy, con una mueca irónica.
Me asomé lo
más que mi cuello me permitió; saqué mi brazo y mi hombro casi entero por entre
las rejas; le apunté al tipo, y… ¡Bang!
–¿Le diste?
–preguntó Willy.
–Claro que le
dí… justo en la frente –le contesté orgulloso.
Nos
levantamos, dejamos la pistola de juguete en el piso del balcón; olimos el
chocolate caliente que venía de la cocina; y fuimos a merendar.
Eso sucedió en
1985. Teníamos diez años. Willy aun sigue siendo mi mejor amigo. Casi todas las
semanas lo visito y le llevo cigarrillos. Soy el único que lo visita en el
Penal de Caseros...
Texto y Pintura de Martín
Kaos
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