viernes, 23 de noviembre de 2012

El Niño Forajido




Willy se asomó por entre las rejas del balcón, apuntó con su pistola, y me dijo:
–¿Ves a ese tipo de allá, casi llegando a la esquina?... Seguro podría darle en la frente desde aquí…   
Me asomé junto a mi aliado, y observé el objetivo. Estaba demasiado lejos, era demasiado delgado; jamás podría darle, ni siquiera en una pierna.
–Esta muy lejos… es imposible… –le dije.
–No es imposible… –replicó mientras apuntaba cerrando uno de sus ojos–. Solo es cuestión de... pulso y tranquilidad… no puedo probártelo; pero si pudiese matarlo, entonces lo verías…
–¿Lo matarías si pudieses? –pregunté.
–Claro que sí… si no fuese porque iría a la cárcel, lo haría… –susurró, bajó el arma, y formó un globo enorme y rosado con su chicle.
–Es decir… no es qué evitarías matarlo porque está mal hacerlo; sino, ¿por evitar ir a la cárcel?…
–Claro… si nadie me juzgase por hacerlo, y pudiese seguir siendo libre, entonces, no dudaría ni un instante en disparar… ¡Bang! –exclamó.
–Pero… si ni siquiera conocés a ese señor… él no te hizo nada; ¿no te sentirías mal? ¿No te arrepentirías?...
Willy me lanzó una mirada inmutable; infló otro inmenso globo rosado hasta hacerlo explotar.
–Soy un pistolero… –alegó seriamente–. No veo porque debería sentirme mal. Solo apunto, y disparo, ¡Bang!... para mí solo son cuerpos, no los conozco, no son mis amigos, y no me interesan… –explicó Willy con una fatal serenidad que me puso la piel de gallina.
–No sé… yo no podría… me sentiría culpable…
–Por eso nunca vas a ser millonario… –afirmó, volviendo a apuntar.
–¿Y eso qué tiene que ver?... ¿Los millonarios son asesinos acaso?...
–No, solo algunos… pero al igual que yo, carecen de escrúpulos; y de corazón; no tienen alma… bah, no tienen un alma de esas que se escuchan desde el cielo… ellos van en busca de lo que piensan que les pertenece; y no sienten culpa si tienen que lastimar, o matar para conseguirlo…
–Bueno… a mi no me interesa ser millonario…
–A mí sí… –afirmó Willy–. ¡Voy a ir en busca de lo que me pertenece! ¡Voy a ser como Billy The Kid!
–Billy The Kid no era millonario…
–No le dieron tiempo… murió demasiado joven. Pero si hubiese vivido unos cuantos años más, se habría llenado de oro… Te juro amigo –dijo enfocando el cañón de la pistola–, creo que podría darle justo en medio de la frente a ese tipo…
–Bueno… Billy The Kid no le temía a la cárcel, ni a la muerte… –le dije.
Willy me miró encrespado… intentó inflar otro globo, pero se le explotó enseguida.
–Es que Billy, tenía a sus secuaces que lo ayudaban a escapar de la cárcel. En cambio yo… –me apuntó con la pistola en el pecho–. Yo no tengo ni siquiera un secuaz… solo te tengo a vos, un amigo miedoso…
–Yo no soy miedoso. Simplemente, tengo valores; y no me gusta andar matando tipos por ahí… –le corrí el cañón de la pistola de un manotazo.
–Por eso nunca vas a ser mi mejor amigo… –declaró cruelmente, y volvió a apuntarle al tipo de la esquina.
Me sentí muy triste por lo que me dijo Willy. A pesar de su espíritu criminal, yo lo quería mucho. Tenía que ganarme su afecto; así qué, en un arrebato, le arranqué la pistola de las manos.
–Yo lo mato. –dije.
–No serías capaz… –esbozó Willy, con una mueca irónica.
Me asomé lo más que mi cuello me permitió; saqué mi brazo y mi hombro casi entero por entre las rejas; le apunté al tipo, y… ¡Bang!
–¿Le diste? –preguntó Willy.
–Claro que le dí… justo en la frente –le contesté orgulloso.
Nos levantamos, dejamos la pistola de juguete en el piso del balcón; olimos el chocolate caliente que venía de la cocina;  y fuimos a merendar.

Eso sucedió en 1985. Teníamos diez años. Willy aun sigue siendo mi mejor amigo. Casi todas las semanas lo visito y le llevo cigarrillos. Soy el único que lo visita en el Penal de Caseros...  


Un 23 de noviembre como hoy, pero de 1859, en New York, nacía William H. Bonney, conocido mundialmente como “Billy The Kid”. Uno de los forajidos más famosos de la historia. Que hasta su precoz muerte a los 21 años de edad, llegó a cargar en su prontuario veintiún asesinatos. Billy ha sido inspiración para innumerables películas, libros, y canciones. Su leyenda prevalece como uno de los pistoleros más jóvenes y salvajes que han pasado por el lejano oeste.


Texto y Pintura de Martín Kaos

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