viernes, 2 de noviembre de 2012

Mi último año nuevo...







Cuanta… cuanta gente valiosa ha muerto tan pronto. Con tanta belleza y regocijo por darle al mundo. Y cuanta otra gente, que ni siquiera debió haber nacido, disfruta de una injusta longevidad; de una larga vida de maldad y egoísmo. Debe ser como dice el dicho: qué, “Yerba mala, nunca muere…

Conocí a Sofía en el año 2000, justo en la noche de año nuevo. Esa noche que estuvo iluminada más que nunca por infinidad de fuegos artificiales. Noche que muchos ilusos, creían el fin del mundo.

Decidimos hacer algo diferente; festejar en un restaurante; ahorrarnos platos sucios, y lisonjas de compromiso. Éramos solo tres; mi madre, mi hermana, y yo. Fue divertido brindar y abrazarse con todos esos desconocidos que estaban en las mesas lindantes a la nuestra. Lo pasamos mejor con ellos, que con esa familia ocasional que veíamos solo en fiestas y cumpleaños. Pusieron música, bailamos, gritamos, y nos reímos a más no poder. Sin dudas, ese fue el mejor año nuevo para mí.

Hacia las dos de la mañana, casi todos los comensales estábamos borrachos de tanto brindis infinito. Alguien apagó todas las luces del salón; se comenzó a escuchar el canto de una mujer a capella; luego, unos suaves arpegios de guitarra. De repente la vimos, sentada sobre una tarima; un círculo de luz se posó sobre ella al mismo tiempo que nuestras miradas. La canción era tan bonita que cuando terminó, nos paramos a aplaudir. Entonces, la joven cantante se acercó al micrófono y se presentó de la siguiente manera: “Buenas noches y felicidades para todos… mi nombre es Sofía; y es un placer cantar para ustedes”… –hizo una breve pausa y bebió de una copa–. “Antes de seguir, quisiera contarles algo… hace un par de semanas, me informaron que estoy gravemente enferma; y que voy a morir antes del próximo fin de año… por eso, comprenderán,  esta noche es muy especial para mí…  ya que será mi último año nuevo.  Y quiero compartirlo con ustedes, cantando las siguientes canciones…”. Luego sonrió; como si nos hubiese dicho algo insignificante.

Después de semejante confesión, todos, incluso los niños, quedamos en un silencio sepulcral. Ni siquiera aplaudimos; solo nos quedamos mirándola boquiabiertos. Durante unos segundos, hasta los estampidos pirotécnicos que retumbaban en la cuidad parecían haber cesado. Como si lo qué había contado Sofía, hubiese sido escuchado por todo Buenos Aires.

Sofía no tenía más de 33 años. Era rubia, llevaba puesta una camisa verde y holgada, y unos jeans rajados a la altura de las rodillas. A pesar de tener una sonrisa y unos gestos encantadores, se notaba su estado demacrado; su piel estaba pálida, y tenía unas marcadas ojeras moradas.

Al terminar el show, que se extendió hasta las 4 de la mañana –con bíses y coros exigidos por un público enamorado–, nos levantamos de nuestras mesas en una tremenda e interminable ovación de gritos y aplausos. Sofía nos saludó emocionada, sonriendo y lanzándonos besos. Incluso se tomó el atrevimiento de hacer algunos chistes negros sobre el poco tiempo que le quedaba.

Sofía había cantado como un ángel. Su voz, casi etérea, tan suave y melodiosa, mezclada con su historia, nos había hecho lagrimear a todos.

Muchos se acercaron a saludarla luego del show. Incluso varios médicos, que se ofrecieron a mirar sus estudios de manera inmediata, y dar sus puntos de vista. Sofía se abrazaba con todos ellos, diciendo que no tenía miedo a morir, y qué no le importaba el futuro; porque el futuro, no existía. Y lo verdaderamente valioso para ella, era ese instante; ese presente; esa noche de interminables muestras de cariño.

Yo me abrí paso entre la gente; y cuando llegué hacia ella, como si se tratase de una Santa, le toqué la cabeza. Sofía me miró con sus ojos celestes, llenos de brillo e indulgencia. No le dije nada. Solo me quedé ahí, mirándola. Y ella, me acarició la mejilla; entendió lo que me sucedía. Aun hoy, puedo sentir su mano tibia deslizándose por mi rostro; apagando todo mi pesar en un instante.

Sofía murió en noviembre del año 2000. Antes, tuve la oportunidad de verla cantar dos veces más. En el último show, a pesar de estar mucho más enferma y débil, siguió cantando como un ángel…

No volví a festejar el año nuevo.

Un 2 de noviembre como hoy, pero de 1996, a los 33 años de edad, luego de luchar contra el cáncer, fallecía Eva Marie Cassidy. Considerada una de las mejores cantantes del siglo XX. Que con sus originales y bellísimas versiones de clásicos del soul y el jazz, logró eternizarse en los oídos y en los corazones de sus admiradores. Entre los cuales, se hallan nada menos que Eric Clapton, Sting, y Paul McCartney.


Martín Kaos





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