jueves, 8 de noviembre de 2012

La sombra del vampiro



Arribamos al que sería en adelante nuestro hogar por un río de aguas negras. A medida que nos acercábamos el paisaje se tornaba más sombrío, más áspero, y las ondas nos susurraban en una lengua extraña que mezclaba promesas y amenazas. Aun así seguimos avanzando, con los colores y la pompa de nuestras velas desplegados al viento; somos hombres y mujeres del Mediodía, nuestras tradiciones son claras y por ellas nos regimos: las bodas se festejan con alegría, las alianzas sólo se sellan con sangre, los pactos no se rompen.
En las inmediaciones del castillo nos recibió un espectáculo cuidadosamente montado: a ambas márgenes del río, hasta donde alcanzaba la vista, se alzaba un bosque de cuerpos empalados, muchos de ellos todavía agonizantes, todos sangrientos. Era un regalo de bienvenida que el príncipe dedicaba a su prometida. En suspenso, observamos a mi señora salir a cubierta y beber con los ojos eso que se le ofrecía. Ni por un instante abandonó el rubor sus mejillas. Lo miró todo: cada mueca, cada detalle, cada mutilación.
Tres noches después se celebraron las nupcias. En la ceremonia besé las manos de nuestro nuevo señor. Su piel era fría y húmeda, como la de un pez fuera del agua. Me dio escozor pensar que la mujer más hermosa de todas, la de las manos más pequeñas que se hayan visto jamás, iba a entregarse para siempre a ese hombre de piel verdosa y mirada oscura, que habitaba la oscuridad y el silencio.
Al día siguiente un criado me hizo saber que por esa vez mi señora prescindiría de mis servicios, ya que se encontraba indispuesta y guardaría cama. Su malestar se prolongó durante varias jornadas; cuando finalmente me mandó a llamar, mientras la ayudaba a vestirse descubrí pequeñas incisiones y cardenales en distintas partes de su cuerpo. Nosotras crecimos y nos criamos juntas en la casa de su padre, que también, según dicen, fue el mío; durante años compartimos juegos y maestros, pero todo eso quedó atrás, en el tiempo cerrado de la infancia. Conozco cuál es mi lugar y cuál es el suyo. Hice de cuenta que no había notado nada, y seguí cumpliendo con mis tareas.
En silencio, día a día, fui asistiendo a la transformación de mi señora. No volví a ver al príncipe, pero descubría sus huellas. Ella se tornaba cada vez más lánguida; alrededor de sus ojos se profundizaban las sombras, la irritaban la luz y los ruidos fuertes. En el cuello, las muñecas y los muslos se le iban formando entramados de cicatrices rugosas, que crecían con las heridas frescas de cada noche. Le costaba mantenerse en pie, su piel estaba siempre fría y apenas se le encontraba el pulso. Cada jornada que pasaba, pertenecía más al otro mundo que a este.
Finalmente ya no requirió de mis servicios. Dejó de mostrarse y adoptó los hábitos de su esposo.
El insomnio se apoderó de mis noches. Yo la esperaba; confiaba en que vendría. No descansaba, no comía, nada me distraía. Pronto yo también parecía una criatura de la oscuridad, hambrienta y expectante, atenta a cualquier movimiento real o ilusorio.
Mi fidelidad se vio recompensada. Hay vínculos que trascienden todo, cualquier acontecimiento, cualquier transformación, cualquier apariencia; vínculos profundos e indisolubles, a veces invisibles, que conforman la verdadera urdimbre del mundo. Su llamado a mi puerta confirmó ese vínculo, que ya desde antes era para siempre. Y yo le abrí.


El 8 de noviembre de 1431 nació Vlad III, príncipe de Valaquia, quien pasó a la historia como Vlad el Empalador por la crueldad con la que trataba a sus enemigos. Actualmente en Rumania es considerado un héroe nacional, por haber defendido con fiereza a su país del expansionismo otomano que lo amenazaba. En este personaje histórico se inspiró el novelista irlandés Bram Stoker, también nacido un 8 de noviembre, pero de 1847, para escribir Drácula.

dibujo en tinta china de Germán Erramouspe
texto de María Eugenia Alcatena

3 comentarios:

José A. García dijo...

Tantas cosas raras pasaron en el pasado que no creo que quede ninguna fecha sin su ineludible efeméride.

Excelente texto.

Saludos

J.

Mariana dijo...

Drácula es un clásico de la literatura que todavía tengo pendiente. Me encantó el texto y la ilustración, como siempre.

María Eugenia Alcatena dijo...

Sí José, es así; hay días en los que cuesta elegir.

Gracias a los dos por pasar y leer, de verdad.