LOS
QUE ESTABAN DESDE ANTES
Es
fama que, salvo los
intrincados quipus, los incas no
dejaron un sistema de escritura. Sin embargo, aunque sin dar detalle, los
registros de la Inquisición del Perú mencionan la quema de libros malditos y
sacrílegos. El profesor Locke Ovic, de la Universidad de Miskatonic, ha
dedicado toda su vida a rescatar una de esas obras demoníacas, de título
impronunciable y cuya traducción aproximada del quechua es “Libro del Difunto Soñador que sigue soñando
en la ciudad sumergida”.
Una escrupulosa pero fragmentaria reconstrucción le había permitido
restaurar la epopeya de los Unay, “los que estaban desde antes”, seres
demencialmente abominables que fundaron ciudades de repulsiva geometría, tanto
en tierra firme como en las profundidades del mar. Aburridos de sus muchas
eternidades, los Unay se entregaron a
las permutaciones vedadas y crearon a los Ñawi, “los de ojos burbujeantes”, una
raza de fuerza colosal pero poco entendimiento. Con el discurrir de los
milenios, esta suerte de amebas gigantes se rebelaron contras sus creadores y
les hicieron la guerra. También se entregaron a la cópula con monos del
Altiplano y así fue que engendraron a la humanidad. Y luego, a la civilización
que fue madre del conocimiento.
El terremoto del Perú de 2007 sorprendió al profesor haciendo investigación
de campo. Privado de abandonar el hotel, se entretenía mirando los noticieros.
Mientras maldecía por el costo del atraso, las imágenes mostraban los daños en
una plataforma de exploración petrolera en el litoral marítimo de Piura. De mil
y una maneras había alertado sobre las nefastas consecuencias de taladrar allí,
pero siempre lo tomaron por loco.
Producto del sismo, un barreno se había desviado unos cuantos grados,
desgarrando el techo de una imprevista caverna submarina. La gruta estaba
densamente habitada por una forma de vida desconocida. Los científicos
balbuceaban conclusiones tan apresuradas como inútiles. Habían liberado a los Taqna, “los profundos”, seres de cuerpo
humano pero con cabeza de pez, branquias, manos palmeadas y una espantosa
joroba escamada.
En los tiempos primordiales, estas bestias eran enemigos declarados de los Unay. Y ahora que han regresado, van a
cobrarse con los seres humanos, descendiente de los Ñawi, los vejatorios hechizos del pasado. Inexorablemente, el
destino de la humanidad y sus creadores está sellado. Los que estaban desde
antes nunca volverán a reinar.
Un día como hoy, pero de 1890 nacía en Providence, Estados Unidos, H. P. Lovecraft,
autor de relatos de terror y ciencia ficción. Creador del llamado terror
cósmico, sus aportes al género fueron definitorios, edificando toda una
mitología propia que aún perdura. La innovación de su escritura residió
fundamentalmente en el abandono de los tradicionales cuentos de fantasmas,
vampiros y casas embrujadas, para incorporar el horror de dioses y razas
alienígenas, que en constante guerra entre sí, un día habrán de regresar para someter
al género humano y restaurar su voraz orden ancestral.
© Pablo Martínez Burkett, 2012
1 comentario:
Larga vida al gran y único H. P!
Un excelente escritor, un muy buen recuerdo.
Saludos
J.
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