De rodillas, frente a la tumba de José, Sonia soltó unas pocas lágrimas que bajaron por sus mejillas como lianas negras hasta dispersarse en las comisuras de sus labios. Sintió el sabor ácido y entintado de su delineador. Se refregó los ojos y la boca con el canto de la mano, se paró, le echó una última mirada al sepulcro, y escupió sobre el.
José, aquel canalla, vicioso, mujeriego, jugador, y rufián, ahora era parte de su pasado. Un pasado lleno de engaños, de mentiras, de angustias; y también, un pasado lleno de fogosidad y de auténtico amor. Por eso las lágrimas, por eso el escupitajo. Sonia estaba aliviada y compungida en un mismo instante. Los sentimientos se entremezclaban en su pecho; rabia y amor repeliéndose uno al otro en una batalla sin cuartel que se libraba dentro de su corazón. Esa, era la cicatriz que había dejado José.
Un tiempo después, Sonia conoció a Mauro, el boticario; un tipo sobrio, chapado a la antigua, estructurado y conservador. La antítesis del finado José. Ella creyó que la aparición de este nuevo hombre en su vida era parte de un presagio justiciero de su destino. Se casó con él, y durante un año llevó una vida sin sobresaltos, tan pacifica y aburrida como lo establecía aquel mensaje que había escrito Mauro en la pared de su farmacia: “Un lugar para cada cosa, y cada cosa en su lugar”.
Mauro había dispuesto un calendario para cada situación conyugal. El sexo por ejemplo, debería ser practicado dos veces por semana, con un tiempo cronometrado y en un horario específico. Como si de un trámite se tratara. Sonia avaló sumisa esa nueva forma de amor, porque su nuevo marido, a diferencia del anterior, la trataba con un respeto y una fidelidad que ella desconocía.
Un día, mientras Sonia dormitaba en la cama al lado de Mauro, sintió unas manos frías deslizándose por sus muslos, ascendiendo por sus nalgas y su espalda. Un plácido escalofrío le hizo erizar la piel. Algo había sucedido, no era sábado ni miércoles, los días en los cuales debía mantener relaciones con su marido; era viernes, y Sonia se asombró del inesperado impulso libidinoso de Mauro. Así que se entregó a él, pensando que tal vez, estaría cambiando, y se habría dejado llevar por el deseo sin pensar en si era el momento adecuado o no para hacerlo. Pero de repente, casi llegando al clímax, Sonia abrió sus ojos y quedó estupefacta al ver que el hombre que se hallaba sobre ella no era Mauro, ¡era José! ¡Su finado José! Eso la hizo gritar horrorizada, José saltó de la cama y se desvaneció como una sombra. Mauro despertó sobresaltado, la abrazó y la consoló diciéndole que solo se trataría de una pesadilla.
Aquella “pesadilla” volvió a repetirse todas las noches. Siempre a la misma hora, incluso los miércoles y sábados, cuando luego de terminar de hacer el amor con Mauro, Sonia cerraba sus ojos y se entregaba sin resistencias al fantasma lujurioso de José. La vida aburrida y monótona al lado de Mauro se había vuelto impredecible y vertiginosa, como en su anterior matrimonio.
Con el pasar del tiempo, José comenzó a hacer sus apariciones no solo por la madrugada, sino en cualquier momento del día en el cual Sonia se encontrase sola en la casa. Y siempre con el mismo objetivo libidinoso.
Mauro comenzó a notar que Sonia, cada día se encontraba más feliz y eufórica, que se dedicaba a sus artes culinarias cantando y bailando desaforadamente. En un principio le pareció extraño aquel repentino cambio de carácter en su esposa, incluso pensó en llevarla con un psicólogo; pero desistió de esa idea, porque ese extraño despertar en ella le hacía pensar en lo espléndida que se sentiría al lado de él. Además, Sonia había dejado de salir para quedarse siempre cocinando o limpiando en la casa, entonces no corría riesgos de ser cortejada por ningún libertino de la calaña de su ex esposo. A Mauro eso le complacía y le daba la certeza de que su mujer, le era completamente fiel.
Un 10 de agosto de 1912, en Salvador de Bahía, Brasil, nacía el escritor Jorge Amado. Autor de una extensa y premiada obra literaria. En 1966 publicó una de sus novelas más populares: “Doña Flor y sus Dos Maridos”. La historia de una mujer casada que es visitada por el fantasma de un ex marido. Historia que fue llevada al cine en el año 1976 por el director Bruno Barreto. Protagonizada por Sonia Braga, José Wilker y Mauro Mendozaza.
Diego Martín R
otDiego Martín Rotondo ®artín Rotondo
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