viernes, 14 de septiembre de 2012

“Veintisiete y Muerte”



Lisboa, Portugal, año 2008. En el estadio, el público –enardecido– corea su nombre, reclama su presencia. Ella sale, lleva un pañuelo marrón en la mano; algo anda mal. Los músicos se miran entre sí, ejecutan los primeros acordes, ella delira, se tambalea, intenta sostenerse del micrófono. No se decide a cantar, el público sabe que esta ebria, tal vez drogada; pero la adoran, y aplauden, y saltan, y alientan; se escuchan aullidos, gemidos, declaraciones de amor; ella se muestra ofuscada por las luces, apenas puede mantenerse en pie, comienza a cantar, horriblemente, desentonada, trémula, haciendo pausas, olvidándose la letra; el público la ayuda, sus músicos la ayudan, quieren que despierte, quieren que vuelva a en sí.

La chica tatuada, macilenta, de cabellera negra, con ese enorme rodete sostenido por un broche rojo con forma de corazón, con su vestido de muñeca antigua, se encuentra a punto de colapsar en el escenario; pero lo intenta, sabe quien es, sabe que la aman; por eso, aun ebria, aun drogada, aun sumida en su averno predilecto, intenta hacer lo que mejor le sale: cautivar al público con su voz.

Desde abajo del escenario no la ven a ella, ven a un títere que intenta imitar a una mujer, una inocente niña de 3 años queriendo bailar, moviendo sus piecitos desarticulados, con cierto encanto, pero con torpeza, con el cuerpo desligado de su mente.

Benicássim, España, año 2007. Sin mirarla, uno la cree negra. Mirándola, escuchándola, uno no logra concebir que sea blanca. ¿De donde sale esa voz? Ese contralto no puede salir de la garganta de esa joven blanca, dirían muchos. Es blanca si, pero parece negra, o tal vez, sea mestiza, o tal vez sea la genética, o…

Lo “Asombroso”, requiere respuestas que no necesitan ser respondidas…

Se la ve muy delgada, lleva puestos unos shorts blancos, muy cortos; una blusa color arcilla que deja su escuálida cintura al descubierto. Los ojos excesivamente delineados, las pestañas demasiado largas. Canta Soul, Blues, canta la música de los negros, muchos dicen que parece Sarah Vaughan, otros que parece Macy Gray; pero no, es una chica británica, blanca; aunque su belleza sea negra, aunque su talento sea negro.

Su voz es irresistible, sus canciones son irresistibles; algunos se atreven a afirmar que posiblemente sea una de las mejores cantantes del mundo. Sus discos se venden, se agotan; sus brazos tatuados, su pelo negro abultado, todo se transforma en un emblema del soul, del glamour. El mundo la adora, enloquece con su voz de mujer blanca que parece negra.

Dios es macabro a veces, y hace caer la fama sobre alguien como si fuese un yunque de cien kilos. Y en el caso de ella, la fama fue equivalente a su talento. Extraordinario, imposible de sostener; salvo con alcohol, salvo con drogas.

Londres, año 2011. La policía británica la encuentra muerta en su apartamento. Había bebido más de lo que un cuerpo humano podía soportar. Tenía 27 años.

Al igual que Jim Morrison, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Kurt Cobain y Robert Johnson, la cantante Amy Winehouse dejó el mundo a los 27 años de edad. Muchos le llaman: “La Maldición de los 27”. Aunque posiblemente no se trate de una maldición, sino, de haber vivido más de lo adecuado, de haber ofrecido en poco tiempo, lo que a muchos les toma una vida entera ofrecer.

Un 14 de septiembre como hoy, pero en 1983, en Londres, nacía Amy Winehouse, cantante y compositora, dueña de una voz asombrosa, inigualable; con marcadas influencias de las grandes cantantes negras de soul, jazz y rytmn and blues.


Texto y Pintura: Diego Martín Rotondo

1 comentario:

José A. García dijo...

La siguen pasando en la radio, a fuerza de repeticiones y querer hacer de ella un clásico, pero no sé, a mí sigue sin sorprenderme...

Esto, claro ésto, no desmerece la nota.

Saludos

J.