viernes, 21 de septiembre de 2012

El Arte del Miedo




El terror es ese instante en el que uno sabe que no esta soñando; que no hay escapatoria, que solo resta pelear contra una imagen, sin evadirla, aun en la desesperación, aun en el silencio abrumador de la incertidumbre.

Se puede atemorizar a través de la imagen, eso es fácil; pero hacerlo a través de la prosa, valiéndose de argumentos estratégicos, personajes pérfidos y escenarios inhóspitos, despertando así los demonios del lector, llevándolo de paseo por las tinieblas de su imaginación; eso no es tan simple; porque requiere de una prosa auténtica y  convincente. Requiere de un escritor que conozca: “el arte del miedo”.

Billy es un abogado obeso que conduce su auto por una avenida, es casi medianoche, a su lado, su esposa, algo bebida, comienza a masturbarlo. Billy se excita, pierde la atención en el camino; una anciana cruza la calle, Billy la atropella. La vieja –que pertenece a una comunidad de gitanos– muere sobre el asfalto. Se lleva a cabo un juicio, pero todo el pueblo esta a favor de Billy, “el ciudadano ejemplar y buen americano”. El juez dictamina su inocencia; a nadie le interesan los derechos de esos sucios gitanos. Al salir del juzgado, Billy es sorprendido por un anciano de la comunidad que le acaricia el rostro y le dice: “más delgado…”. Con el pasar de los días, el obeso Billy comienza a perder peso de manera alarmante, hasta quedar en un estado raquítico. Ahora, en la agonía, debe ideárselas para encontrar al viejo gitano que deshaga el hechizo.  

Jessie viaja con su marido Herald a su cabaña de fin de semana. Allí, solos, en la verde frondosidad del bosque, sabiendo que no existe un alma humana en varias hectáreas a la redonda, deciden perpetrar su fantasía. Herald esposa a su mujer a los barrotes de la cama; aquello resulta excitante para ambos. Pero en un movimiento imprevisto, Herald cae hacia atrás y muere. Jessie queda esposada a la cama, sin nadie que pueda escucharla y socorrerla. Con el pasar de las horas, el pánico se apodera de ella, comienza a sobrevivir dentro de sus recuerdos, mientras que intenta liberarse sin éxito de las esposas. Pasan días, la desesperación comienza a enloquecerla. Un misterioso perro la visita, luego, una extraña presencia humana. 

“¡Desesperación absoluta!”

De esa misma desesperación, también será presa una mujer y su hijito asmático, atrapados en un auto averiado, en medio de la nada, asediados por la furia de “Cujo”, un perro infectado de rabia que estrella su cabeza una y otra vez contra las puertas y el parabrisas del auto, provocando pánico y ataques de asma en el niño. La madre, histérica, sabe que no puede salir del auto para salvar la vida de su hijo, y tampoco puede quedarse en el interior del mismo mientras el monstruoso perro, con salvajes embestidas va destruyendo de a poco el vehiculo que los refugia.

Paul Sheldon, afamado novelista, maneja su auto por una carretera rodeada de nieve, en un instante pierde el control y se desbarranca, dando vueltas y quedando atrapado en el interior de su auto destrozado. Pero alguien llega para socorrerlo, se trata de Annie, una mujer de mediana edad, que casualmente resulta ser su más asidua lectora. Lo lleva a su casa, lo cura y lo atiende. Con el pasar de los días, Paul comienza a notar que Annie es una mujer perturbada, y a lo largo de su convalecencia, con ambas piernas rotas, deberá sufrir los dementes ataques de su más ferviente y sicótica admiradora.

La desesperación, el encierro, la desolación, y la imposibilidad de una huida. La estrategia recurrente y siempre atinada de un maestro del horror. Que con estas pocas que he citado, y otras tantas geniales novelas, ha perturbado y encantado a millones de lectores en todo el mundo.

Un 21 de septiembre como hoy, pero del año 1947, en Portland, Estados Unidos, nacía el escritor Stephen King, uno de los novelistas más leídos del mundo, creador de un sinfín de historias de suspenso y terror, muchas de las cuales fueron llevadas al cine casi con el mismo éxito que tuvieron en sus libros. 



Martín Kaos

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