El tipo es un piloto de combate. Tira bomba
por donde se le presenta la oportunidad y con la metralla cose a tiros a cuanto
enemigo de la Gran Nación, camina bajo la sombra de sus alas.
No conforme con llenar su pecho de
medallitas de héroe y abultar la estadística de cadáveres enemigos, busca ir
más allá, sorprender al pueblo, y se monta a un avión para marcar el record en
un vuelo supersónico.
El hombre quiere volar bien alto y los
superiores así lo entienden: entra a la NASA.
Pruebas por aquí y por allá, nada puede
tenerlo quieto, entra a un cohete sin que lo inviten, ordena que prendan la
perilla, cuando todos dudan, y así va: se pierde entre las nubes, le da tres
vueltas a la tierra y regresa como un súper héroe del espacio, el primer ser
humano en hacer un vuelo orbital.
Kennedy lo recibe, se abrazan y, junto al
pueblo, masifican un corte de manga para los rusos, al otro lado del mundo, a quienes
suponen, todavía borrachos de vodka, por los festejos del primer vuelo orbital
de un animal, el de la malograda perrita Laika, dos años antes.
El astronauta se acerca demasiado al poder,
como para entender que la altura próxima a conquistar está en la política y los
negocios, que vienen a ser lo mismo.
Se mete en una empresa como ejecutivo y también
milita en un partido político.
Tanto lucha por la fortuna de su patria, y
la suya, que hasta llegan a engancharlo, mientras es Senador, en una
negociadito con otros amigos de la Cámara Alta, miembros de la mesa chica, esa
donde pocos comen y se sirven los mejores bifes.
Zafa, tal vez, porque no deja de ser el
primero en la historia de la humanidad en volar al espacio y eso lo dota de un
crédito estelar.
Ya vejete, pero con las mismas mañas, le
vienen las ganas de marcar otro record: ser el primero en regresar al espacio
una treintena de años después y medir el efecto de la ingravidez, en su cuerpo,
con el paso del tiempo.
Lo suben a un trasbordador, dan vueltas a
la tierra y regresa sonriente; ni una de las piezas dentarias se le han salido
de su correspondiente implante, los huesos no se partido, el tipo es recibido,
nuevamente como héroe.
Y ya, en el cenit de su vida, su carrera
corona las hazañas, muestra al mundo (el de ellos, el único que les importa)
que así se hace un tipo, de punta a punta, que busca ir más allá de la propia
muerte (la que le provoca a los otros) y de la riqueza (la que le quita a los
otros) y demuestra, tras darle varias vueltas a la tierra, desprovisto de la
fuerza de atracción de nuestro plante, cuál el punto justo de la ingravidez del
héroe capitalista.
John Glen, es este señor y nació un 18 de
Julio de 1821.
Juan Guinot
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