GENTE QUE HABLA RARO
Ni
bien el amo me dio la libertad, me alisté en la milicia hace más de 20 años.
Pero me cansé de la vida militar y prefiero cebarle mate a mi capitán, que
además me enseñó a leer y escribir. Será por eso que me trajo al Tucumán como
su secretario. Igual, aunque soy instruido, esta gente diputada al Congreso es de
hablar raro. No entiendo lo que andan secretando. Capaz que sea porque la mayoría
son abogados. Pero también hay padres curas y un par de frailes y no faltan
varios militares. Se sonríen entre ellos y fingen solicitud y diplomacia, pero andan
todos enfrentados. Me están haciendo añorar el cuartel.
En
1806 este negro era fusilero en el Batallón de Castas y tuvo su bautismo de
fuego cuando a los ingleses se les dio por invadirnos. Fueron 45 días terribles
y la batalla final se libró casa por casa. Pero ansina nomás que los corrimos. Después ya los aguantamos mejor
cuando quisieron volver al año siguiente. Tras la Revolución de Mayo nos convirtieron
en Regimiento de Pardos y Morenos. Me acuerdo muy bien de esas jornadas de frío
y lluvia, porque yo estaba de servicio cerca del Cabildo. Al principio no me
pareció una buena idea pero, si como decían, Napoleón había capturado a nuestro
Rey, era natural que los Pueblos del Sud empezaran a regirse en su nombre.
¡Cuántas
cosas han pasado desde entonces! Mi regimiento sirvió con el General Belgrano
en la Expedición al Paraguay. En esa campaña se perdieron muchos valientes,
pero peor aún, al poco tiempo se perdió la provincia, que decidió
independizarse de España. Por eso no vinieron al Congreso.
Son
muy muchos los que no pudieron venir a esta ciudad. Una parda me dijo que faltan
los diputados del Alto Perú porque otra vez esas provincias están bajo el yugo español.
Tampoco vinieron Santa Fe, Corrientes, Misiones, Entre Ríos y la Banda Oriental.
Artigas se reveló contra el centralismo porteño. Que mi capitán no me escuche,
pero ese general me gusta mucho. Es una lástima que acá no se le preste más
atención.
Hace
unos días estuvo don Manuel Belgrano. Me dio un gran gusto volver a verlo. Se celebró
una reunión secreta en pro de una monarquía. Con lágrimas en los ojos, rogó a
los asistentes que consideraran ponernos en manos del Inca. Lo mismo piensa ese
otro general, el San Martín, que derrotó a los godos en los campos de San
Lorenzo y que está ahora en Cuyo preparando un ejército libertador. Manda seguido
cartas suyas donde nos urge a la independencia.
Hay
quienes hacen gran mofa de la idea de tener un “cholo borracho” por monarca. Y velay!,
que es una de las burlas más suaves que se trafican. Hay otros que proponen la
regencia de un Infante de la casa de Braganza. Para mentes más esclarecidas ha
de ser cosa de provecho, pero este viejo soldado no sabe qué ganancia habría en
ello. Artigas y su Congreso de la China tampoco están de
acuerdo con tener a un Hijo del Sol o un noble portugués por rey: quieren una
república federal. Pero los porteños como mi capitán, pretenden un país
unitario y monárquico, pa’ mejor.
La de ayer fue una jornada particularmente agitada. Tuve
que reponer varias veces las velas y las calderitas no daban abasto para tanto
mate. Se trabajó toda la noche. En realidad, se discutió toda la noche. En lo
único que se pusieron de acuerdo fue en la necesidad de declarar la
independencia. El
retorno de Fernando VIII al trono de España y la recuperación realista de la
América toda no es nada bueno.
Y así llegamos a esta mesmita
mañana. Parece que finalmente, es el día.
Ved cómo los diputados de los pueblos acuden a la casa de
la Francisca Bazán de Laguna. Ved como Narciso de Laprida les pregunta si quieren
que estas provincias sean una nación libre e independiente de los reyes de
España y su metrópoli. Ved como uno por uno responde con grave y santo ardor.
Silencio señores, que se va a leer la Declaración de la
Independencia.
El 9 de julio de 1916 se proclamó la independencia de las
entonces Provincias Unidas de Sudamérica. La declaración tuvo lugar en el seno
del Congreso de Tucumán. Desde la Asamblea del Año XIII, se sucedieron los
intentos de proclamar la independencia y redactar una constitución. Hicieron
falta cuarenta años de guerra civil para que la organización nacional fuera
posible.
© Pablo Martínez Burkett, 2012
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