martes, 26 de junio de 2012

El monstruo de los andes


Asesinos seriales

El monstruo de los andes

Tolmia, Colombia. 1949.
En guerra civil es difícil vivir.

Pedro, el séptimo de trece hermanos.
Madre prostituta.
Cuadro costumbrista.
Ella le había puesto Pedro, por el apóstol.

Con su madre tuvo un encuentro. Fue a fines de otoño que todo comenzó, veintiséis de junio, para ser precisos. Pedro sólo tenía ocho años. Su hermana, María, siete. Al parecer su madre los había encontrado a ambos, mientras Pedro, como el nombre del apóstol, la obligaba a que lo masturbara. Ya habían tenido relaciones un par de veces. La mujer fue irrevocable.
Lo expulsó del paraíso.

A los meses de vagar por las calles de Tolmia, un viejo le da asilo en su casa.
Imaginemos lo que pasó:
El viejo acarició a Pedro. Lo ató y luego estuvo sodomizándolo un buen rato.
Todo se paga en la vida.

Huyó, cuando pudo hacerlo, y así llegó a Bogota. Lleno de odio.

En mil novecientos sesenta y nueve, por cortar autos es arrestado. Siete años de prisión.
Cuatro viejos lo violan.
Pedro tenía dieciocho años.
Dos semanas más tarde, asesina a los cuatro presos que lo habían violado.
Cuestión de actitud.

Todo el acercamiento que el muchacho tenía con el sexo femenino era por medio de revistas pornográficas y el orificio anal de algunos muchachos.
Su cabeza estaba podrida.

En mil novecientos setenta y ocho, reconoce ante el estado peruano, haber violado cien mujeres de entre siete y setenta y cinco años.
Su blanco preferido son las mujeres de las tribus de los Andes.
Ellas bajan a los ríos en la noche y allí realizan sus rituales y también se bañan. Pedro prefiere el color de su piel.
En ese mismo año, mientras intentaba violar a una pequeña de nueve años, un grupo de hombres lo encuentra y lo tortura durante tres días seguido.
Lo entierran vivo.
El muerto resucita.
Un norteamericano lo encuentra y lo entrega a las autoridades, pero estas lo deportan a Ecuador.

En mil novecientos ochenta encuentran el cuerpo de setenta y dos muchachas en los bosques de Ambato, Ecuador. El silbido del pueblo se amontona en las calles. El nombre de Pedro es el murmullo de: el monstruo de los Andes.
Cuando lo apresan, un cura es mandado a ganar su confianza.
Después de horas de confesión, la conclusión de Pedro es la siguiente:
"A mí me caen bien las muchachas de Ecuador: son más dóciles, más confiadas e inocentes, no son como las muchachas colombianas que sospechan de extraños."

Desde mil novecientos ochenta Pedro está en prisión, aislado. Completamente solo.

El último cura con el que conversó, sugirió un exorcismo.
La iglesia lo negó repetidas veces.
El cura siguió exigiéndolo.

Según Pedro, o la voz que está dentro de él, dentro suyo habitaría el Demonio Asmodeo, poseedor de setenta y dos legiones demoníacas. Según Pedro, el demonio Múlciber, o más conocido como: Satán, Lucifer, Belcebú, Satanás, Mefistófeles, Legión, y otros le habla de su plan de gobierno sobre el mundo. El cura ha repetido muchas veces se lo exorcice.

Pedro, el monstruo de los Andes, aún está vivo, tal vez aguardando su final. Contemplando otoño tras otoño el fin de los días.

26 de junio de 1957: Pedro Alonso López es expulsado de su casa, y él mismo declararía en una entrevista, fue el inicio del Monstruo de los andes.

Por Nicolás Correa

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