jueves, 14 de junio de 2012

Descenso al infierno

La anécdota es conocida.
Es Nochebuena. El hombre abre la puerta del edificio y nota con turbación que la invitada, una joven muy hermosa, trae unos paquetes envueltos en papeles de colores. Desde que tiene memoria, hay algo en esa costumbre que lo incomoda. La invita a pasar; el botón del ascensor no responde y propone usar las escaleras. Sube con apuro. En la mitad del trayecto, siente que algo le roza la frente; sólo después, en la mirada espantada de la muchacha, ve la sangre. “Es un raspón de nada”, le dicen mientras le colocan los puntos, “el marco de la ventana apenas rozó la piel”.
La herida se le infecta. Las alucinaciones de la fiebre lo arrastran a un territorio incierto entre el sueño y la vigilia, la vida y la muerte, que no tiene orden ni fin. Hundido en una cama extraña, envuelto en sábanas empapadas de sudor, se siente en el infierno. La pesadilla circula por su sangre. En ella vuelve a ver a su padre, los muertos se acuchillan unos a otros, refulgen por un instante fieras de pelajes exóticos, asoman misteriosas figuras de dos caras, pasan a toda velocidad unas páginas indescifrables que tal vez no contengan nada.
Después de una eternidad de dos semanas (el cálculo es de los otros), la septicemia comienza a remitir. Lo primero que pide es que le lean algo, alguna página, cualquier cosa. Escucha las palabras, las comprende, reconoce cómo se entrelazan unas con otras. Aliviado, feliz, se pone a llorar ante el milagro del texto.
Este episodio marca un punto de inflexión fundamental en su obra. Él, hasta el momento autor de poemas, ensayos y reseñas, se propone escribir algo completamente distinto a lo que había escrito hasta entonces: un cuento. El resultado es “Pierre Menard, autor del Quijote”, compuesto en el período de convalecencia. Con este texto se inicia su producción como cuentista: original, inclasificable, inconfundiblemente borgeana.
 

Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899 y murió el 14 de junio de 1986 en Ginebra. De entre los cuentos que escribió, su favorito era “El sur”. En él se recrean, en clave onírica y fantástica, las circunstancias fundamentales de este accidente, que Borges sufrió en diciembre de 1938.

María Eugenia Alcatena

1 comentario:

Mariana del Rosal dijo...

Será conocida la anécdota, pero yo la leo hoy por primera vez. ¡Gracias por compartirla!