NO
ME PONGO MÁS DE NOVIO CON UNA LOQUIBAMBI
Apelo a la
benevolencia del público. Necesito ayuda. Mi novia está mal. Muy mal. Cuando la
conocí, enseguida me enamoré de ella. Estaba más buena que comer el pollo con
la mano. Eso sí, un poquito rara, tengo que admitirlo. Y no tanto porque se
creyera extraterrestre sino porque se autoproclamaba como el ser perfecto.
Bueno, un poco perfecta era. No tenía ojos sino dos carozos azules que
avergonzaban al cielo. Y un físico, que sin ser exuberante, cortaba el aliento.
Mis amigos no lograban explicarse cómo semejante diosa me había dado bolilla.
Pero uno tiene lo suyo, ¡qué embromar! Lo que pasa es que a veces se le
trastornaba el balero. En esa época que todo empezó, usaba de vestido unas
vendas que apenas si la tapaban y se le había dado por hablar un idioma anómalo
mezcla de delfín con chimpancé.
Y si es por hablar…
pensé que era el acabose cuando se le dio por afirmar que hablaba con Dios. Sí,
con Dios, como lo escucha. Se cortó el pelo como un cepillo y si no la detengo,
pretendía andar todo el día de armadura proclamando no sé qué guerra santa.
Diga que uno la quiere, que si no….
Y después, bueno, ya mordimos
la banquina. Un día arrancó con que un experimento secreto se salió de las
manos, que era una epidemia global, que una turba de zombis hambrientos venía
por toda la humanidad. Ningún esfuerzo por calmarla surtió efecto. Cada vez
estaba peor. Todo era culpa de una corporación todopoderosa, maligna como ninguna
otra, capaz de las peores villanías. Y que encima, mandaba comandos para
atraparla, sacarle sangre y obtener el antivirus contra la plaga. No había
forma de razonar. Estaba paranoica a más no poder. Y dale que va con las
mutaciones de pelo y ropa. Pero esta vez no le alcanzó con disfrazarse. No sé
de dónde sacó dos cuchillos de gurkha... ¡Cuándo mi madre la vio así!... No
paraba de quemarme la cabeza: ¡esa chica no te conviene, te va a arrastrar a su
locura!
Por un tiempo nos
separamos. No podíamos seguir. Pero cuando la ví, sensual, extravagantemente
bella, me volví a enamorar. Trabajaba como asistente de un diseñador de modas
un poco exótico. Hasta que me di cuenta que nada había cambiado, que era la
mala de siempre, disfrutando de las fechorías que cometía a un grupo de modelos
masculinos, tontos como un zapallo.
Le hablé con palabra
amable pero firme. Me prometió que iba a intentar controlar su problemita de
personalidad múltiple. Tonto de mí que le creí. Al comienzo fue prometedor,
regresó a su profesión de psicoterapeuta. Me pareció un poquito extremo que
quisiera ejercer en Alaska pero no le dije nada, todo sea por volver a estar
juntos. Se dedicaba a pacientes con dificultades para dormir. Me empezó a
mandar algunos videos inquietantes donde los entrevistados juraban que seres de
otro planeta los habían secuestrados. Aunque comprendí que lo nuestro había
terminado, no la pude dejar. Si hasta la ayudé con algunas traducciones del idioma
antiguo que hablaban los extraterrestres. Siempre me interesó la Historia y comprobé
que era sumerio.
Hice un último
esfuerzo. Más llantos y más promesas incumplidas. Ya no sé qué probar. Ojalá
alguien de la audiencia se apiade de mí y me pueda ayudar en mi desesperación.
Ahora está otra vez con la monomanía que le agarra más o menos cada dos años.
Sí, la del virus-T, la plaga zombi, clones enardecidos, ciudades devastadas y
la corporación maligna, jugando a Dios.
Bueno, mejor me
callo, a ver si la saco de esta pesadilla recurrente y vuelve a la otra, esa, donde
hablaba con el Jefe de arriba. Por más buena que esté, es la última vez que
salgo con loquibambi semejante.
En un día como hoy, pero de 1975, nacía la actriz
Milla Jovovich que ha interpretado papeles protagónicos en películas
como “El Quinto Elemento”; “Juana de Arco”, “Encuentros del cuarto tipo” y la
saga “Resident Evil”.
Además, es modelo y cantante.
© Pablo Martínez
Burkett, 2012
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