NOBLEZA OBLIGA
Hoy me hice un análisis de sangre. No miré
cuando me clavaron la aguja pero abrí un ojo cuando empezaron la extracción. Es
tan roja como la del vecino. Me parece que mi abuela nos engañó toda la vida con
eso de que éramos de sangre azul. Sin embargo, a mí me gusta decir seguido
“Nobleza obliga”.
Será porque de chico me atoraba con las
películas de “Sábados de Cines y Series” y después jugaba a que era
“Scaramouche” o sir Lancelot, o algún otro valiente caballero que, espada en
mano, salía a defender el honor de una dama o a proteger a los humildes.
O será por el tango “Nobleza obliga” que
silbaba mi viejo, mientras le ajustaba la cadena a la bici para irse a laburar:
“Yo no sirvo pal ambiente / del que baila por dinero / Yo he nacido
milonguero / y no vendo la emoción / de sentir un tango reo / caminando en el
salón”.
O será, sin darle tanta vuelta, porque uno
nació así, con la obligación de saber comportarse, educar con el ejemplo,
siempre listo para dar una mano al que lo necesita, ayudar a las mujeres,
proteger a los más chicos, asistir a los que menos tienen. Uno nació con la
responsabilidad de ser consistente con una ética del trabajo, del esfuerzo. Uno
nació así, celebrando la amistad por encima de todas las cosas y la familia,
como el más sagrado refugio. Porque nobleza obliga.
Sí, ya sé, hoy en día son valores que huelen a
naftalina. La patrona me dice que así no voy a llegar a ninguna parte. Que es
como entrar a jugar un partido donde todos los demás hacen trampas y uno, como
un gil, sigue respetando las reglas. Tiene razón. Pero no me van a doblar. No me
importa perder 7 a 1 si a cambio puedo hacer una gauchada, que es nuestra forma
de decir obrar con nobleza criolla.
Y sé que no soy el único, sino que formo parte
de esa gran mayoría silenciosa, que cultiva el honor, la piedad, el respeto, la
hidalguía. Lo que pasa es que los otros, los otros, tienen mejor prensa. Algún
día volveremos a estar de moda. Déjeme soñar. Anímese a soñar. Porque nobleza
obliga.
© Pablo Martínez Burkett, 2012
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