HAY OTRO
MUNDO AHÍ ADENTRO
Imaginemos a un chico de unos diez años, despatarrado en un sillón, un
libro en las manos y los ojitos como destellos, renglón por renglón, página por
página. Aunque está rodeado por la biblioteca de su padre y los queridos
objetos, en realidad, no está allí. No debe engañarnos que cada tanto haga
alguna anotación en un cuaderno o que se pare para revisar el inmenso globo
terráqueo. No está allí. Ya se escucharon un par de: “¡A comer!” que no han
podido quebrar el encantamiento que lo mantiene atrapado en un mundo
fabulosamente oculto en el vientre del planeta.
El libro que está leyendo cuenta que Otto Lindenbrock, un profesor
alemán y su sobrino Axel viajan hasta Islandia. Junto con Hans, el guía; se
introducen en el cráter de un volcán con el deseo de alcanzar el centro mismo
de la Tierra. No están locos, sino que siguen las indicaciones precisas de un
mapa de la Edad Media, confeccionado por un sabio alquimista en el antiguo
idioma de los vikingos. A medida que descienden, atraviesan galerías
asfixiantes; bóvedas increíbles; un bosque de hongos enormes; un océano de
playas sulfurosas; monstruos marinos que luchan entre sí y hasta se topan con
un hombre, más bien un gigante, oficiando de pastor de un rebaño de animales
prehistóricos. Jornada tras jornada se suceden las maravillas y los peligros.
No pocas veces están a punto de morir. Sofocados por el calor, construyen una
balsa y finalmente, tras una dosis de dinamita, una corriente los arrastra por
surtidores de agua hirviendo, hasta emerger por la boca de otro volcán. Sí,
otro volcán. Entraron por un volcán casi en el Polo Norte y salieron por un
volcán en medio del mar Mediterráneo: ¡a 6.000 km de distancia!
El chico sonríe feliz, porque la historia confirma una de sus más
íntimas sospechas: hay otros mundos por explorar más allá de la Madre Rusia.
Ávido de emociones, quiere nuevos libros del mismo autor. Así puede leer “De la
Tierra a la Luna”. Ese chico aún no se lo imagina, pero será el primer hombre
en viajar al espacio. Se llama Yuri Gagarin y ya cubierto fama dirá: “fue
por Julio Verne que me decidí a ser astronauta”.
El
8 de febrero de 1828, nacía Julio Verne, uno de los más grandes escritores de
novelas de aventuras y uno de los padres de la ciencia ficción. En sus
obras supo anticipar muchos de los prodigios tecnológicos del siglo XX, como
los cohetes espaciales; el submarino; internet; los helicópteros y los
ascensores.
©
Pablo Martínez Burkett, 2012
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