martes, 14 de febrero de 2012

Ella es tan linda





ELLA ES TAN LINDA


Ya sé, me vas a recordar el batifondo que armé esta Navidad porque no me banco más los renos y la nieve falsa en los shoppings. Ya sé, me vas a enrostrar que con cada Halloween me pongo a protestar como un energúmeno porque quiero que se celebre el Día de la Tradición con paisanitos y chinitas pidiendo pastelitos y tortitas a los vecinos. Y ya sé, me vas a señalar mi última obsesión sobre que en breve también vamos a celebrar el “Día de Acción de Gracias” disfrazados cual muñequitos de Quaker. Tenés razón. Podés decir que terminé transando con el sistema. Que me vendí a los gringos. Que soy otra marioneta del consumismo apátrida. ¿Pero vos la viste? ¿La viste bien?


¡Ella es tan linda! Cuando sonríe, se le hace un hoyito en la mejilla y me mata. Y es tan compañera, tan gamba. Nos gustan los mismos libros, las mismas pelis. Si hasta estuvimos en los mismos festivales de cine, cada cual en la suya, pero en los mismos. Es como que el destino venía porfiando con juntarnos. Eso sí, con la música mucho no coincidimos. Me dice que no entiende cómo puedo estar todo el día con los Redondos. Insiste en hacerme escuchar sus cantantes melódicos. Antes de la nausea, me escapo como puedo, pero me sonríe y soy capaz de hasta sacarle los tonos en la guitarra.


Ya me dijo que me quiere recortar un poco el pelo y la barba, que es un crimen que mis ojos verdes no se vean. ¡Qué sé yo! Uno se ha pasado una vida edificando un sólido prontuario y de repente, me pasa esto. Será que en el fondo, quizás, no haya sido otra cosa que un sentimental esperando encontrar la bahía donde pacificar mis tempestades. Pero de algo estoy seguro, ese puerto es ella. Tendrás que reconocer que Cupido no siempre ha tenido buena puntería conmigo. Por eso voy con todos estos peluchitos infames, una caja de bombones y una botella de champán. Espero que lo entiendas, hermano. No me vendí. Ella es justo una de las que celebra todas las fiestas yanquis. Y me viene laburando desde hace mes con: “¿y qué vamos a hacer para San Valentín?”. Es cierto, parece un poquito contradictorio. Ya no me importa. He hallado la palabra que encierra todos los significados. Sí, claro. Es su nombre.


El Día de San Valentín es una celebración tradicional de los países anglosajones que, sin embargo, se ha instalado fuertemente en el resto del mundo. Se celebra en recuerdo de un sacerdote cristiano de la Antigua Roma que desafió un decreto del Emperador. El decreto prohibía el matrimonio entre las jóvenes parejas porque, para la maquinaria bélica del Imperio, los soldados solteros eran más osados. Valentín decidió que era injusto y siguió casando gente. Por eso fue torturado y ejecutado el 14 de febrero del año 270.


© Pablo Martínez Burkett, 2012

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