EL TRABAJO DEL AMOR
La
mayor parte del día la pasamos en el trabajo. Sí, sí es tremendo pero es
verdad.
No
importa si nos empleamos en la industria, el comercio o los servicios. No
importa si trabajamos en relación de dependencia o nos ganamos el pan como
profesionales independientes. Hemos caído en la trampa y no somos sino
engranajes en la máquina de producir. Las horas del día que tenemos que
trabajar son cada vez más para recibir, en proporción, cada vez menos. Porque
menos son las horas con la familia, los amigos, el ocio. Menos, claro está, la
retribución. Como algún cínico anotó en las redes sociales: “me sobra mes al
final del sueldo”.
Y
como mayor es la porción de nuestras vidas que pasamos en el ámbito laboral,
mayores son las oportunidades para que el amor, ese extraño vagabundo, florezca
en el trabajo. Universidades del globo elaboran sesudos ensayos para llegar a
conclusiones, tan evidentes, como las que se trafican en las revistas de
actualidad. La televisión no se queda atrás y especialistas de estudiadas
barbas reparten consejos como recetas de cocina, analizando que sí y que no.
Con palabras ridículas, hacen distinciones entre un romance pasajero o una
relación perdurable. No evitan considerar el espinoso tema de si uno es jefe
del otro y le dedican toda una parrafada a los jugosos chismes que regocijan a
compañeros y amigos. Con dedito acusador, nos previenen sobre los celos y los
malos usos que también se hacen de estos amores y de paso, aprovechan para
vendernos el libro que acaban de editar. A su lado, la modelo devenida en
conductora, asiente con sonrisa de propaganda de dentífrico. Seamos piadosos,
que al final de cuentas, ellos también están trabajando.
¡Ah,
las horas que pasamos trabajando y los locos amores que florecen en el trabajo!
Porque a pesar de las universidades, los libros, los programas y aún, las malas
experiencias, el amor sigue sucediendo. Miren si no, esta breve historia que
quiero compartir.
Nadie
podría decir cómo empezó. Llevaban más de seis meses preparando todo y dos días
sin dormir. En la mañana siguiente vencía el plazo para presentar las cinco
cajas con la oferta para la licitación. ¡Faltaba tan poco para que sea “mañana”
y recién las primeras hojas empezaban a salir de la impresora! Ella las
atajaba, diligente y él las alineaba como hormigas sobre una gran mesa.
Igual,
ya se entregaban al alivio de la tarea cumplida. Hubo un suspiro y un
comentario, casi una reflexión en voz alta, sobre cuánto daría por un masaje en
las cervicales. Aunque eran casi de la misma edad, ella, la del suspiro, era su
jefa. Por eso, él, no supo cómo tomar el comentario. Una mirada transparente le
garantizó que lo avanzado de la hora y sobre todo, los sacrificios compartidos,
consentían franquear las jerarquías así como la línea imaginaria del espacio
personal.
Al
principio él quiso ser asépticamente técnico, o casi. Sin embargo, el torpe
peregrinar de las manos abrió la puerta de viejas hechicerías y con una pericia
desconocida, se entregó a tomar nota de cada porción de sus hombros.
Imperativamente, necesitó abarcar más superficie y en silenciosa respuesta,
ella inclinó el cuello, se recogió el cabello y dejó deslizar apenas la bretelle del
vestido. Para él fue como descubrir un retazo de luna. Sus dedos se hicieron
pájaros surcando el cielo de su espalda y se embriagó con el mar de jazmines
que exhalaba su piel.
De
repente, él creyó que todo era producto de su imaginación y muy asustado,
estuvo a punto de abandonar. No obstante, un ronroneo apenas audible lo incitó
a despejar la escarcha que todavía los separaba.
Progresivamente
se esfumaron los rangos, los pudores y la oficina misma. Y sin siquiera proponérselo,
se descubrieron haciendo el amor sobre la mesa. De pie, él la embestía con
ternura y ella lo envolvía entre sus piernas, yaciendo entre las hojas
revueltas. No se dijeron nada, antes para no quebrar la magia que para no
alertar a los colegas. Pero no dejaron de mirarse a los ojos. Ella comenzó a
morderse el labio inferior y lo atrajo aún más contra sí. Él sintió que un
fuego nuevo lo consumía. Ninguna de las experiencias previas los había
preparado para saber que el espíritu era capaz de liberarse de la prisión
corpórea. Pronto lo averiguaron cuando sus almas fueron una sola, al tiempo que
los arrebataba una vorágine de felicidad.
Mientras
intentaban apocar la sedición de los sentidos, ella sollozaba y él sonreía. La
forma de expresarse era distinta, pero el sentimiento era el mismo. No podría
decir como empezó, el amor tiene esas cosas. Y a veces disfruta de ciertas
concesiones irreverentes, tanto más en el trabajo, donde nos pasamos la mayor
parte de nuestras vidas.
El
1° de mayo es el Día Internacional del Trabajo y se celebra en casi todos los
países Originalmente se estableció en conmemoración del fusilamiento de
sindicalistas que luchaban por una jornada laboral de ocho horas. Más tarde, se
convirtió en fiesta de los trabajadores y la reivindicación de sus derechos.
©
Pablo Martínez Burkett, 2012
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